En la sala de espera del Hospital General del Sur de Puebla, un hombre relata algo que aqueja a psicólogos. Quiere dejar la terapia. Él es un paciente de más de 60 años que va a una revisión de rutina acompañado de su hija. Mientras esperan ver a un médico, le cuenta por qué fue que dejó de ir al psicólogo que le prescribieron. Sus citas con el especialista en los procesos mentales y comportamiento eran parte de un tratamiento integral del Seguro Popular. Sin costo, aunque con trámites que implica este sistema de salud, las consultas con él buscaban ayudarlo tras una crisis. Su caso, es uno de muchos que los psicólogos llegan a ver en la práctica diaria y que genera teorías.
Con esos encuentros, explica el paciente, él esperaba que le dieran una respuesta al por qué Dios le permitió vivir. Esto, tras pasar por una enfermedad en que la probabilidad y estadística indicaba que estaba más cerca de la muerte. Su psicólogo, agrega el hombre a su hija, seguramente es una persona preparada, pero ya no se sentía bien yendo. Finalmente no obtenía en esos encuentros lo que él buscaba para poder sentirse un poco mejor al superar la enfermedad. Ahora, al paso de los meses, lo que no sabe es si regresar y si lo hace, como debe hacerlo. Lo que a él le pasó es un abandono de terapia, proceso que tiene su naturaleza y sirve de parámetro. Este, entre otras cosas, para predecir éxitos terapéuticos y en la búsqueda de estrategias para frenar la incidencia del fenómeno. Así es dejar la terapia.
A inicios de siglo, el psicólogo español Manuel Porcel Medina hizo una revisión histórica en el Portal de Conductismo Crítico. Su publicación partió de definir que por su propia naturaleza, la terapia psicológica tiene características de tendencia hacia el abandono. Y aunque es frecuente, como otras tantas situaciones en la psicología, no hay una definición clara del abandono de terapia. En parte, señala el autor, porque no hay estudios e informes suficientes y los existentes se centran en lo bueno.
De manera general, explica, algunos autores lo han definido como la interrupción antes de alcanzar los objetivos terapéuticos previamente propuestos. Luego de definirlo hay quien también lo clasifica por la forma en que se abandona, imprevistamente o con un aviso. Asimismo, hay en el abandono una división que lo ve como un fracaso o como una consecuencia por logros alcanzados. A Porcel Medina le interesaba dividir el abandono total, en que ya no hay necesidad, del parcial, que busca alternativas.
De la literatura existente el autor retoma para el artículo las consideradas como 10 principales causas para dejar la terapia. El motivo original ya no preocupa, un consejo profesional distinto, un cambio de residencia y desmotivación están a la cabeza. Le siguen el incumplimiento de instrucciones, el relativizar el problema, tardanza en obtener objetivos y negación a temas, le siguen. Finalmente están la falta de compenetración o rapport entre paciente y psicólogo, y el que este también cambie de residencia.
Por lo menos tres puntos de este listado de 10 situaciones frecuentes pueden tener cierto control del psicólogo a cargo. Para otros autores se suma también la situación socioeconómica, la desmotivación, la gravedad y cronicidad de trastorno, entre otros factores. Aunque para identificar qué llevó al señor del ejemplo a dejar su terapia haría falta información, se observan algunos indicios. Por un lado, está el rapport o falta de entendimiento entre paciente y psicólogo con un valor relevante como Dios. Sin embargo, también se puede considerar que quien necesitaba la terapia psicológica según un esquema de salud integral, de resistencia.
® Dejar la Terapia : El «Don» del Seguro Popular
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